Ir al contenido principal

Un halo de esperanza para un desen-CANTO GENERAL


Hace 25 años, durante la presentación de la tradicional velada de la Huelga de Dolores, de pronto se fue a luz. Eran los años de aparente transición entre los gobiernos militares y los civiles. La represión militar, sin embargo, permanecía casi intacta. A la sombra, sus burdas estrategias para silenciar cualquier expresión crítica alternativa, permanecían intocables. Como una metáfora prestidigitadora, los miembros de la Estudiantina de la USAC decidimos, al igual que todos los implicados, presentarnos iluminados con la luz de una candela.

La luz era tenue. La mínima suficiente como para guiar los acordes. Debíamos pedir al público, que abarrotaba las gradas del teatro al Aire Libre del Centro Cultural  “Miguel Ángel Asturias”, que se pusiera de pie para entonar el Himno Nacional de Guatemala. Con pundonor y violenta ironía, entonamos los acordes iniciales del Himno de Estados Unidos. Era el sentimiento generalizado en la comunidad estudiantil sancarlista: en la práctica, seguíamos (y seguimos) siendo un ladrillo más del patio trasero del imperio del norte.

Pero, Huelga de Dolores al fin, las notas introductorias no fueron más que la entrada jocosa y bullanguera para entonar la tradicional canción de la Huelga de Todos los Dolores. El mensaje era claro y contundente: la cultura de los medios nos hacen añorar como nuestra patria al país del norte. Nosotros, los huelgueros, nos burlamos de ella y proponemos nuestra crítica, ácida, corrosiva, pero siempre consciente.

Solo la apuesta utópica por un mundo más humano puede explicar el fenómeno que se vivía en esa década, cuando proliferaban los grupos musicales. Cada cual, desde su identidad estética, apostaba por la urgencia de una transformación social. La Estudiantina de la USAC, Copante, Nuevo Amanecer, Unicornio, Círculo de Cantautores… el Paraninfo Universitario era insuficiente para albergar a tantas voces auténticas que añoraban el predicado del poeta mártir, Otto René Castillo: solo queríamos ser humanos. Vivir la vida y no morirla, como hasta entonces.

En ese contexto, Canto General fue siempre una voz diferente. Su polifonía, el virtuosismo de sus músicos, su arriesgada apuesta estética por fusionar poesía y canto, entre otras muchas cosas, hicieron de este grupo la más sublime expresión musical alternativa de los años 80. Yo volvía de mi exilio y me parecía inaudita la existencia de un grupo con esa categoría estética en medio de la nada, de la guerra, del desencanto. Me era difícil comprender cómo era posible que esos músicos existieran en armonía, sin afanes de lucro y sin más allá que la imperiosa necesidad de expresarse.

Nunca cayeron en la protesta ramplona y fácil. No sé si consciente o inconscientemente, seguían los principios estéticos de Cortázar: no se puede revolucionar la sociedad desde el arte si no se revoluciona el arte mismo. Y apostaban por el arte. Mientras la mayoría de expresiones prefería la crítica social burda, el panfleto musicalizado (o la notoriedad fácil y condescendiente, parafraseando al entrañable Fernando López), Canto General fue siempre más allá. No descuidó nunca su identidad artística, su razón de ser.

Pero el desencanto no tardó en llegar. La estafeta de cambio de poder no fue más que una máscara de la que se valieron los grupos oligárquicos para mantener intactas sus estructuras de poder. La anhelada democracia no fue más que la de los votos. Seguimos muriendo la vida, sin margen para vivirla.

25 años después, en el mismo escenario, Canto General hace rememorar aquellas jornadas ochenteras. Raúl López, vocalista principal, pide a los técnicos que apaguen la luz en conmemoración del Día del Planeta. No fueron necesarias las luces de las velas para recordar aquellos años en los que la represión se nos presentaba metafóricamente por medio de los consabidos apagones. Pero sí, fue suficiente el apagón, para recordar que siguen vivos los ideales de entonces.
Musicalizar la poesía o poetizar la música. ¿Qué importa? Lo cierto es que Canto General propinó una cachetada a la indolencia, a la decadencia humana, al discurso oficial de dejar hacer y dejar pasar. Como en los 80, los mismos músicos utópicos se presentaron frente a las frías gradas del teatro al Aire Libre e hicieron gritar al público una realidad que está más pegada a nuestra realidad que la marimba: las letras del legendario Luis Alfredo Arango, quien, por medio de la metáfora del zopilote, nos recuerda, desde siempre: “De qué te sirve el repello/ le dijo un sanate al vuelo/ Aunque te vistas de blanco/ seguís comiendo de “aquello”.

Pero ese canto, apego a lo popular, no es más que una estrategia para recordar el origen de toda la tradición estudiantil universitaria. El repello del zopilote es la metáfora ideal para definir el acomodamiento en el que hemos caído los estudiantes contestatarios de entonces: el vestirse de gringo (o de europeo) no cambia la realidad que pretendíamos transformar. Aunque nos vistamos de blanco (o de europeos) seguimos siendo el pueblo, los marginados, la razón de ser de cualquiera que pretende una auténtica transformación social.

De ahí la cuidadosa selección de canciones –algunas nuevas y otras desempolvadas- con las que Canto General alejó el silencio al que estaba condenado el arte en este feriado semanasantero. De ahí la sublimemente estratégica invitación al escenario de Fernando López. Quienes vivimos el apagón “casual” de los años ochenta y quienes vivimos e apagón vacacional de 2015 sabemos que no hay alternativa: la lucha por un mundo diferente se construye día a día, golpe a golpe, verso a verso, canto a canto… Canto General

Comentarios

Entradas populares de este blog

Análisis estético de la canción Yolanda, de Pablo Milanés

Yolanda Pablo Milanés Esto no puede ser más que una canción; quisiera fuera una declaración de amor romántica, sin reparar en formas tales que pongan freno a lo que siento a raudales. Te amo, te amor… eternamente, te amo. Si me faltaras no voy a morirme. Si he de morir, quiero que sea contigo. Mi soledad se siente acompañada. Por eso a veces sé que necesito tu mano, tu mano… eternamente, tu mano. Cuando te vi, sabía que era cierto este temor de hallarme descubierto. Tu me desnudas con siete razones. Me abres el pecho siempre que me colmas de amores, de amores… eternamente, de amores. Si alguna vez me siento derrotado renuncio a ver el Sol cada mañana. Rezando el credo que me has enseñado miro tu cara y vivo en la ventana. Yolanda, Yolanda… eternamente, Yolanda Presentación De esta canción se conocen muchas versiones. Recuerdo al menos las versiones de Silvio Rodríguez, Manuel Mijares, Vicente Frenández, Guadalupe Pineda, entre va

El hueco, la vieja y el indio

  Tres palabras que resumen las fobias de una sociedad ultratconservadora, ultrarracista, ultramachista y homofóbica. ¿Cómo utilizarlos para desviar la mirada de lo esencial, a partir de una crónica de un golpe de estado archianunciado? Veo una especie de miopía en los alcances de las interpretaciones de la oposición con respecto a los sucesos recientes. Estamos frente a una organización criminal que se mueve con mucha inteligencia y que ha sido capaz de vendernos una narrativa aparentemente de oposición pero que, en el fondo, responde a su propio juego. En primer lugar, fraguaron un plan desde que el actual gobierno asumió. Giammattei conoce desde hace muchos años cómo funcionan los hilos de la corrupción y sabe cómo conducirse con las élites del poder. Es, además, un ser pusilánime, resentido y, sobre todo, con mucha inteligencia como para no dejar cabos sueltos. Sabe cuándo soltar globos y cómo calcular las reacciones de la oposición, por demás fragmentada o simplemente idealist

El himno de La patria del Criollo

El segundo m á s bello Con motivo de los Juegos Ol í mpicos de Londres, el diario The Telegraph public ó , en 2012, una lista con los diez himnos m á s feos del mundo. Encabezaba la poca honrosa enumeraci ó n el canto nacional de Uruguay y en ella se inclu í a a los de Espa ñ a y Colombia. En Guatemala tenemos claro que nuestro Himno es el segundo m á s bello del mundo. En M é xico, Colombia y Costa Rica, tambi é n. Solo que en cada pa í s el propio es el segundo m á s bello. Lo curioso es que en ning ú n pa í s se cuestiona que sea La Marsellesa el primer í simo. A esa canci ó n de guerra, adoptada como Himno Nacional de Francia tras el triunfo de la Revoluci ó n burguesa, nadie le discute su primac í a. Quiz á por el prurito de que “ si digo que el de mi pa í s es el m á s bello, se creer á que es por patrioterismo ” . Lo cierto es que no nos atrevemos a nombrarlo como el m á s bello. En M é xico dicen que es el segundo, “ apenas despu é s de La Marsellesa ” . Quiz á pued