Yolanda
Pablo Milanés
Esto no puede ser más que una canción;
quisiera fuera una declaración de amor
romántica, sin reparar en formas tales
que pongan freno a lo que siento a raudales.
Te amo, te amor… eternamente, te amo.
Si me faltaras no voy a morirme.
Si he de morir, quiero que sea contigo.
Mi soledad se siente acompañada.
Por eso a veces sé que necesito
tu mano, tu mano… eternamente, tu mano.
Cuando te vi, sabía que era cierto
este temor de hallarme descubierto.
Tu me desnudas con siete razones.
Me abres el pecho siempre que me colmas
de amores, de amores… eternamente, de amores.
Si alguna vez me siento derrotado
renuncio a ver el Sol cada mañana.
Rezando el credo que me has enseñado
miro tu cara y vivo en la ventana.
Yolanda, Yolanda…
eternamente, Yolanda
Presentación
De esta canción se conocen muchas
versiones. Recuerdo al menos las versiones de Silvio Rodríguez, Manuel Mijares,
Vicente Frenández, Guadalupe Pineda, entre varios más. En su momento significó
la apertura de la nueva trova cubana –antes reservado a activistas de
izquierda, renegados, rebeldes, revolucionarios…– al público masivo. Es una
canción que inmediatamente prede el sentimiento, la nostalgia, la ternura.
En
busca del arte auténtico
Manipulación de la expresión
La manipulación de la expresión
parece estar en toda la canción, desde su estructura misma. Parece haber
seguido, en este sentido, la estética de la “difícil facilidad” de la que hace
gala Mario Benedetti: comparaciones sencillas, pero muy sugerentes; metáforas
también sencillas aunque de gran efectividad: “tú me desnudas con siete razone
y abres el pecho siempre que me colmas de amores…”
En el plano fonético, el autor
dispone la canción en cuatro estrofas con versos de arte mayor (de 11 sílabas o
más) y de ellas hace que rimen, aunque de forma aleatoria, algunos de sus
versos. La rima imprime a la canción un carácter más serio, refinado y un halo
estético.
Ambigüedad
La ambigüedad también se manifiesta a
lo largo de toda la canción: la primera estrofa pregona ser una declaración de
amor mientras la última alude a un enamorado nostálgico que espera paciente el
regreso de su amada. Sin embargo, el texto en general, dada esa estética de la
difícil facilidad anunciada antes, no ofrece muchas ambigüedades. Por el
contrario, tal como lo anuncia en la primera estrofa, el artista escribió esta
canción “sin reparar en formas tales /
que
pongan freno a lo que siento a raudales”. Así, la canción transcurre con un lenguaje
sencillo, sin muchas metáforas; incluso, en muchas de sus frases cae en lugares
comunes, quizá como la búsqueda misma de esa sencillez que pregona: Si he de morir, quiero que sea contigo”; “Mi
soledad se siente acompañada”, etc.
Quizá la frase que pueda quedar más ambigua
es la citada antes: “tú me desnudas con
siete razones / me abres el pecho siempre que me colmas / de amores…” el
significado de “siete razones” parece quedar ambiguo ya que el resto de la
canción no ofrece elementos para comprenderlo.
Autorreflexividad
Dada la poca ambigüedad que presenta, la
canción genera su propio significado y este se capta con facilidad, como el
autor mismo prevé. Sin embargo, frases como “siete razones”, quedan ambiguas ya
que no ofrecen al interior mismo de la canción su explicación; por lo que
carecen de autorreflexividad. La explicación más plausible parece ser la de que
la frase alude a los siete días de la semana, aunque ello no queda evidenciado
en el resto de la canción.
Hipercodificación
El código que parece general todos los
demás parece ser el del amor. En este sentido, la canción reproduce el código
del amor más convencionalizado en nuestra sociedad al asumir a este sentimiento
como eterno, platónico, de entrega total. En sus estrofas se colige un
enamorado totalmente entregado e ese sentimiento y una idealización de la amada
que remite a los grandes amores de la historia; Laura (de Petrarca) Julieta (de
Romeo) Beatriz (Dante), etc. Por lo tanto, domina un código convencional en
relación con el amor.
Otro código (un tanto más sutil para
detectar) es el de esa estética de lo sencillo, como reminiscencia de los
poetas revolucionarios de los cuales la nueva trova cubana retoma muchos
elementos artísticos e ideológicos.
Cada estrofa reajusta el código del amor
hacia diferentes vertientes del mismo: la segunda estrofa alude a un c´digo
social: el amor es la compañ+oia necesaria de la amada. La tercera estrofa está
codificada en código psicológica: el amor como timidez.
Hay un código cosmológico que corona la
cuarta estrofa y que ubica al autor, su amor y su nostalgia como parte integral
de la naturaleza misma: renuncio a ver el
Sol cada mañana (…) vivo en la ventana.
Idiolecto estético
Al relacionar todos los códigos que la
integran nos percatamos de que la obra no logra construir su propio código.
Todos los códigos usados para construir su sentimiento amoroso son convencionales
y no aportan ningún elemento que nos lleve a concebir el amor de una forma
diferente. Incluso, en el caso confeso de buscar esa facilidad para decir una
declaración de amor, esta por momentos llega a revestirse de algunos elementos
que originan cierta expectativa de estar ante una diferente forma de decir “te
amo, eternamente te amo”
Un amor convencional
La ausencia de originalidad y la presencia
de frases totalmente convencionales permiten afirmar que esta canción no ofrece
un idiolecto estético, por lo que no puede ser considerada como obra de arte.
Por el contrario, el autor queda atrapado dentro de los convencionalismos para sentir
y expresar el amor. Por ello, tampoco podemos observar una nueva visión del
mundo.
Complicidad
La complicidad es necesaria en esta obra
como en cualquier mensaje lúdico. Escuchar esta canción significa adentrarnos
en el sentimiento que transmite y sentirnos plenamente identificados con él. La
canción exige esa complicidad desde el principio y es honesta cuando anuncia
una declaración de amor romántica y sencilla a la vez. El ser cómplices nos
permite disfrutar de esa sencillez y no reflexionar, en una primera instancia,
acerca de la naturaleza estética o no de la canción. Simplemente nos conduce a
un disfrute que ha deleitado a millones de amantes de la música de este cantautor,
uno de los más emblemáticos de la nueva trova cubana.
Actitud crítica
Esta obra no conduce a una actitud crítica.
Se queda dentro de las frases triviales que inundan la mayoría de canciones de
amor. No despierta nuevas interpretaciones acerca del amor ni nuevas formas de
expresarlo.
Por lo anterior, está claro que Yolanda, esa canción que durante décadas
ha sido coreada en todos los países de habla hispana, no es más que una mentira
estética. Veamos por qué.
Un
arte de a mentiras
Cultura de masas
Si hay una canción que verdaderamente
representa esa necesidad de las “masas” por sentir que está ante una canción
diferente, es esta. Yolanda fue grabada inicialmente por Pablo Milanés y luego,
en un recital, por su colega de fórmula Silvio Rodríguez. Desde entonces
abanderó esa nueva búsqueda del público rebelde pero masificado e integrado en
una sociedad que creía criticar. Después, en México, fue grabada por Guadalupe
Pineda, una cantante “conversa” que inició como vocalista de un grupo de música
de protesta. Esta canción fue el primer sencillo de un álbum con refritos de
canciones comerciales tradicionales mexicanas y latinoamericanas. Tras ella
vino un aluvión de interpretaciones plásticas de la misma; principalmente las
versiones de Mijares y Vicente Fernández dan muestra de ello. Desde entonces se
han sucedido una serie ya grande de nuevas versiones que convirtieron la
canción en un fetiche de la nueva trova cubana.
Obviamente, esta canción dista mucho de ser
la mejor expresión estética de la nueva trova. Sin embargo, fue usada por la
sociedad de consumo para “des-revolucionarizar” la propuesta estética de este
movimiento artístico inciado hacia los 70 y que, de alguna manera, sigue
dominando la escena dentro de las búsquedas alternativas a la sociedad de
consumo. Fetichizar esta canción significó, en gran medida, crear una versión
mass-mediática de toda la nueva trova.
Prefabricación de efectos
Quizá el propio Pablo no fue consciente de
ello, pero esta canción evidencia una necesidad de crear ciertos efectos
sentimentales en sus escuchas. Sobre todo la versión original, con arreglo de
violines, crea un aurea de sentimentalismo extremo y predispone a escuchar una
canción excesivamente tierna, romántica y profunda.
Reiteración de estímulos
Las cuatro estrofas que componen esta
melodía reiteran el mismo elemento, tan efectivo en la primera estrofa, pero
tan evidente en las siguientes. El estímulo estético inicial busca su efectividad
en la presentación atípica –dentro del universo de la música comercial o
plástica– de formas sencillas, desprovistas de artificios retóricos rebuscados.
Sin embargo, continúa con esa fórmula, la reitera varias veces y la hace
evolucionar hacia lugares comunes, frases hechas e imágenes sentimentaloides.
Mentira artística
Pablo Milanés es promovido como un
auténtico artista. Es uno de los iconos de la Nueva Trova Cubana y uno de los
iniciadores de esa tradición músco-poética que ahora ha devenido en el género
llamado “trova”, gracias a sus aportes iniciales. Sin embargo, su música pronto
encontró un asidero comercial muy bien explotado por los mercadólogos de la
izquierda y de la música. La figura de este cantante pronto fue “fetichizada” y
muchos artistas han acudido a grabar dúos con él para ser pringoteados con su
fama de artista: Miguel Bosé, Tania Libertad, Ricardo Arjona, Juanes, entre una
larga lista de cantantes comerciales. Lo mismo han hecho artistas de la trova
de la talla de Joaquín Sabina, Silvio Rodríguez, Pablo Guerra, Fito Paez,
Víctor Manuel, etcétera.
Si a Arjona se le promociona como artista
dentro de un público netamente plástico (balada pop, para llamarle de forma más
elegante), a Milanés se le promueve como el poeta de la trova y, obviamente,
como el maestro en el arte de musicalizar versos o versificar melodías.
La canción Yolanda, en concreto, el un icono que no puede faltar en las
veladas de trova y se convirtió en una insignia de la música de protesta; como
lo es en el campo de la poesía el poema “Te quiero”, de Mario Benedetti. Sus
arreglos sentimentaloides, su aureola de poema hecho canción, su pregón de un
amor sublime hacen pensar que se promueve, como toda la producción de este
trovador, como una obra de arte. Sin embargo, ya vimos que no lo es. Sin
embargo, tranquiliza a quienes la escuchamos (y cantamos y gritamos y coreamos)
haciéndonos sentir que estamos ante una experiencia artística diferente,
novedosa y sublime.
Comentarios
El «si me faltaras no voy a morirme» es de lo poco sincero de la canción, mientras «si he de morir, quiero que sea contigo» no deja de ser un despropósito al pretender que Yolanda lo acompañe en su último viaje, ¿cómo se come eso? aparte de que entra en contradicción con la afirmación precedente.
En definitiva, la canción gusta, supongo que por la combinación estética de música y letra, nada más.