Por las tarde se sentaba a contemplar el horizonte. Con su mirada escudriñaba
las montañas lejanas y centraba su atención en ese gran pueblo que se advertía
en lontananza. Imaginaba sus casas blancas, sus habitantes laboriosos y el
movimiento constante. No podía evitar compararlo con la pasividad de su pueblo,
el siempre lo mismo de sus habitantes y la monotonía que él mismo vivía tarde
con tarde al caminar hasta esa roca y sentarse a contemplar el paisaje.
Tomó lo mínimo necesario y se puso a caminar rumbo al horizonte. Tras
varios días, llegó cansado pero con mucha ilusión. Quedó fascinado porque el
pueblo del horizonte era mejor de lo que en su imaginación había creado. Claro,
viviendo en ese pueblo, su imaginación tenía como límite su propia experiencia.
Pero ahora estaba ahí, en su horizonte, conviviendo con esa gente que ahora era
real, que caminaba, que trabajaba, que se movía.
Buscó una casa en la parte más alta para poder contemplar el horizonte
tarde con tarde. Pero ahora el horizonte era nuevo. Este pueblo ahora le
permitía ver en un nuevo horizonte, más espléndido, majestuoso, inquietante. Tomó
sus cosas y se puso a caminar en pos del nuevo horizonte, a donde pronto llegó.
Convirtió su vida en la búsqueda de nuevos horizontes. Cada vez que
alcanzaba el pueblo que habitaba su horizonte, subía a la colina para avistar
un nuevo horizonte. Y cada horizonte le resultaba más bello y espectacular que
los anteriores.
Subió los montes, bajó a los valles, cruzó ríos, navegó los lagos, surcó
los océanos y cada nuevo horizonte le brindaba uno más grandioso. Él se sentía
eufórico en esa vida que se había convertido en búsqueda permanente.
Finalmente, se planteó fijarse como límite el horizonte más sublime que
encontrara. Ya no era solo la fascinación lo que buscaba. Tenía ahora un
horizonte ideal que había construido con la suma de todos los horizontes
encontrados antes. Cada nuevo horizonte era comparado con todos los anteriores
y rigurosamente analizado para determinar el mejor. Llevaba los ojos empapados
de horizontes vividos y la mente con el sueño del horizonte ideal.
Finalmente lo encontró.
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Saludos Tito! Felicidades